Cuadragésimo cumpleaños:

una reflexión sobre la mediana edad

Hace dos décadas, en los maizales de Iowa,
crucé las piernas, cerré los ojos,
después respiré suavemente por cada fosa nasal
y medité hasta que mi mente se convirtió en papilla de maíz dorado.

Con el intelecto lo suficientemente entumecido,
escuché a un carismático indio cómo hipnotizaba
a su público con encantadoras tonterías.
"La conciencia pura es como la savia de la flor…
y todos los colores de la vida vienen de eso".
Ahora doblando en edad,
y cerca de las arboledas de una bahía distante,
cierro todavía los ojos para experimentar momentos de paz
y a veces me emboto aún lo suficiente como para pensar
“La conciencia pura no es una tontería.
Lo que experimentamos en nuestra vida
no tiene nada (pero sí todo) que ver con Eso".