
o el trueno de las olas rompiendo,
en la respiración crepitante de un fuego
o el ronroneo de un felino salvaje,
descubre un asombro sin palabras.
Ricos son aquellos
que tocan el corazón de los antiguos cedros
o los delicados pelos del bambú en la primavera.
Afortunados los que contemplan
la danza de las brasas incandescentes
o la majestuosidad centelleante de las cumbres nevadas.
Este mundo ha sido tejido con una riqueza sin límites:
compartámosla con sabiduría
y cuidemos de su equilibrio.